Este número sirve para celebrar principalmente los treinta años de vigencia de la Constitución Española de 1978. Tenemos el honor de que varios “padres” de la Constitución se asomen a nuestra Revista para, con la perspectiva del tiempo, volver a mirarla con la experiencia de los años, de las décadas ya pasadas.
Pocas normas -como diría Hans Kelsen al referirse a la Constitución-, son tan unánimemente reconocidas como buenas a lo largo de los años de vigencia como nuestra Constitución. La existencia de debates sobre su interpretación, sobre su alcance o sobre su reforma no son más que la clara manifestación de que estamos ante una norma rica, viva y que sigue creciendo en su aplicación y en su desarrollo. Nuestra Constitución, la de todos, surge del éxito de la solidaridad y del deseo de democracia que como clamor era querida por todos los españoles en uno de los momentos más cruciales de nuestra historia. Recogiendo nuestra tradición constitucional y lo mejor de las Constituciones de los países de nuestro entorno, nuestra Carta Magna ha servido, sirve y servirá para conducir las reivindicaciones, deseos y anhelos individuales y colectivos de los ciudadanos en orden a definir su libertad o su igualdad bajo el amplio marco de la convivencia pacífica.
Nada puede ser más importante para un pueblo soberano como ver que su voluntad es plasmada en una norma que se erige como fuente de toda Ley y directriz de todo poder, traduciéndose en una norma al alcance de todos el acto constitucional y fundacional de un Estado. Nuestra Constitución de 1978 permite que en España haya un instrumento que nos garantice a todos los ciudadanos tener confianza en nuestro futuro, da seguridad al hecho de que necesariamente ese futuro será común y es la herramienta que confirma que nuestro destino será fruto de la manifestación de nuestra voluntad democrática.
Nada proporciona mayor satisfacción para un jurista convencido de que la democracia es el mejor de los sistemas posibles, que homenajear nuestra Constitución Española de 1978 y además, contar con el testimonio de algunos de los que fueron capaces de traducir sobre una mesa presidida por el diálogo, el sentir general de renunciar a mirar atrás y pensar en el futuro para conformar un Estado para todos que se llama España.